Este año he tenido la fortuna de intercambiar experiencias y conocer nuevas historias de vida de personas que se acercan a mí porque se encuentran en la búsqueda de un nuevo empleo por diversas circunstancias: profesionistas que quieren cambiar de empresa; mujeres que decidieron dedicarse a ser madres por varios años y buscan retomar su carrera profesional; personas que han perdido sus empleos por razones diversas y de los cuales un gran número se encuentra en promedio en la etapa de la mediana edad; millennials que están buscando un gran lugar de trabajo con características antes inimaginables, para poder combinarlos con sus propios proyectos de emprendimiento; personas con discapacidad que están por iniciar su vida laboral; adultos mayores jubilados que buscan espacios para compartir toda la experiencia que los años les han brindado, y muchas otras, que si hiciera una lista ¡sería interminable!

Cada vez que tengo la dicha de iniciar con ellos un proceso de coaching de carrera, hago consciencia de la enorme responsabilidad que tenemos quienes nos dedicamos a colaborar con las empresas en sus procesos para traer a bordo a nuevos colaboradores, así como del compromiso social que esto exige a quienes forman parte de los equipos de Recursos Humanos.

Estando en contacto con colegas que se han dedicado por años a ello, encuentro una diversidad de criterios en sus formas de diseñar estrategias para reclutar personas, en sus políticas de selección que utilizan en sus empresas, e incluso en las formas en cómo deciden a través de las entrevistas si sus candidatos son los indicados para iniciar un proceso de evaluaciones técnicas.

Existe un número grande que aún mantiene estilos de entrevista en donde apegarse a los perfiles y políticas establecidos por años es como han aprendido a decidir si las personas continuarán un proceso con ellos, porque está bien y porque históricamente ha sido lo correcto.

Pero existe otro grupo que se ha ido adaptando a los cambios que sus comunidades viven y que está desarrollando la sensibilidad necesaria para ver más allá de los estándares que marca un perfil o el contenido de un CV en el primer vistazo; que son capaces de descubrir todas aquellas fortalezas personales que la vida ha ido dejando en esas personas, teniendo además la capacidad de traducirlo a competencias que para sus puestos y organizaciones abren posibilidades enormes de crecimiento en todas sus áreas, teniendo así la oportunidad desde su rol, y viviendo todos los días una cultura de inclusión laboral, de traer a bordo las mejores personas.

Estoy convencida de que cada día somos más los que trabajamos con este segundo enfoque, y debemos recordar que cada vez que alguien viene a nosotros y nos confía su nueva búsqueda, su historia, e incluso hasta sus sueños futuros, somos responsables de entregar lo mejor de nosotros para que la decisión que tomemos sea la mejor para nuestro candidato, su familia y su comunidad.

Por eso siempre digo: cuando entrevistes, escucha también con el corazón.